miércoles, 19 de septiembre de 2012


 6. PEQUEñO MUNDO


   Arde la piel y duele mucho lo profundo que rompe y vuelve a romper el empuje desbocado de un macho en celo. Aplastante la presión de su mano contra mi boca porque los dientes cortan y el gusto de la sangre ensucia el olfato. Lame los ojos, las lágrimas, el cuello. Empuja más y muerde los brazos, los hombros. Sé que ella  nos debió haber visto esa noche porque la Choli  ladraba y él seguía y la puerta entreabierta y la perrita de pronto callaba. La mami no me tendría que haber dejado en esta casa. No, no pensé para nada en la vergüenza o en eso del pecado, o en lo que diría Mercedes si nos hubiese sorprendido en ese momento. Pensaba en Mariano y en mi mami, en que a ella le pasó lo mismo con el mismo hombre y que tampoco pudo hacer nada en su momento. Yo sabía que ella también intuía que esto iba a pasarle cuando llegó a la casa, como también sabía que a mí me ocurriría algún día. Eso lo supe de chica, desde el día en que el viejo nos llevó por  primera vez a la escuela y me besó en la boca al despedirse. Apenas la punta de mis dedos asomaban de su mano que envolvía la mía. Ése día lo miré a los ojos y sentí la misma punzada en el pecho que luego me provocaban los de ella cuando nos echaron de la casa, o cuando se reflejaban en los vidrios de la ventanas. Sabía que el futuro estaba trazado de esa manera y que sólo era cuestión de tiempo, como lo es también lo que queda de esta tarde mientras acomodo por última vez la casa y le pido a Dios por las nenas, por sus almitas inocentes, no por mí. Pero en especial pido por él, por lo que va a hacer y por la pena que va a tener que soportar de aquí en más.
   Después de unos días, empezó a pedirme que no trabajara tanto, que la casa era muy grande para limpiarla en un sólo día. Que lo acompañara a ver la tele y le cebara unos mates.
   “Vení a upa del Tata, como cuando eras chiquita y te gustaba que te hiciera el caballito. Así con papi. Tiernita y buena. Ahora que sos casi una señorita tenés que aprender a querer al papi como él te quiere a vos. Venga acá. Venga más cerquita ¿Por qué temblás?..¿.Qué, estás llorando? ¿Qué te crees, que te voy a lastimar? No cierres ¡No! No aprietes. Blanda, bien blandita. Separalas… Mirá que si te ponés arisca me vas a hacer enojar”
   Aunque la mami me lo había prohibido, esa misma noche, cuando ella se fue al pueblo para encontrarse con el viejo, me fuí al galponcito del fondo, me metí en la cama con Mariano y me escondí debajo de las frazadas. Desde la noche en que la mami lo mudó al fondo que no lo hacía. Me impresionó un poco la forma de su cuerpo; más duro, más grande, con otro olor. Él no dijo nada. Nada más me abrazó y yo me largué a llorar.
   “La Mecha dice que el viejo se te anda haciendo el novio. Que va a hacer con vos lo mismo que hizo con la Neno. Que es macana que les va a poner  todo en la ciudá para que vayan a vivir juntas y que vos estudies. Que más nada te quiere para tenerte con él y hacerse el macho todas las veces que quiera. Yo no le creo porque de seguro es mentira. La Mecha es celosa y mala con las mujeres….No, conmigo no, pero con las mujeres sí. Además dice otras cosas…¿Nunca le preguntaste a la Neno quién era tu viejo?...¿Y qué te dijo?... Es envidiosa la Mecha. Eso es. Pero no llores más. Ya te vas a poder ir de ahí y yo te voy a dar todo lo que necesites. No llores más…No me voy a enojar….Claro que te voy a seguir queriendo como siempre. Pero ahora no llores más”
    La primera vez que vomité fue un sábado antes del desayuno. El viejo me tenía desnuda y boca abajo sobre la cama de Mercedes. El estúpido decía que era por la cantidad de aceite que le ponía a la comida. Que de noche no es bueno comer frituras. Que limpiara todo y que me pasara a su cama. Que allí iba a estar mejor. Pero al ratito, cuando me tenía encima de él, volvió a ocurrir. A pesar del cachetazo y del revolcón contra el ropero, viví ese momento como una pequeña venganza. Hediondo y bien salpicado lo dejé. Después lloraba por haberme golpeado tan fuerte y me pedía perdón de rodillas. Que no me preocupara, que él se iba a encargar de dejar todo en orden. No se dio cuenta de la situación hasta que después de unas semanas notó que mi panza estaba más hinchada de lo normal. Me preguntó si estaba embarazada. Le dije que sí, que estaba de casi tres meses “No sé dónde te habrás cargado ese polvo, pero que ni se te ocurra abortar ¿Está claro? Hay que hacerse cargo de las propias pendejadas”
    Al día siguiente la mami se fue del pueblo y no regresó nunca más. Me quedé sola en la casa del río esperándola, pero no volvió. El lunes no salí. Tenía miedo. Mariano me contó que el viejo estaba como loco porque no sé que había pasado con uno de los maestros del colegio. No sabía cómo iba a reaccionar. Así que pasé la semana entera esperando que mi mami regresara. Por las noches me quedaba con Mariano, pero él casi no me hablaba. Apenas me miraba. Se iba derecho para el galponcito. Hasta que un día llegó el viejo en uno de los camiones del regimiento con el gordo Sepúlveda. Andaban los dos vestidos de combate y con la ropa sucia de barro “Tu madre está bien. Se fue a la capital, al departamento que yo les había prometido. Dijo que vos ya sabías lo que tenías que hacer. Que ella se merecía una vida mejor. Que lo único que no te iba a perdonar era que le hubieses mentido bajo su propio techo y con quien casi era tu hermano. Pero no importa si fue Mariano u otro. Yo sí te perdono y te voy a cuidar porque sos una pendejita caprichosa y necesitás de alguien que te marque el camino. Si querés quedarte acá, mejor. Sería prudente que por un tiempo la gente no te vea entrar a la casa del barrio militar. La chusma siempre anda diciendo boludeces cuando a una chica como vos le pasan esas cosas”
       Ahora abriga la piel y goza mucho lo profundo del cuerpo cuando el que entra es amado porque también ama. La boca se abre deseosa porque quiere recibir el alma que la otra boca le trae en el beso. Él quiere explicarme que aquella vez en el río, con Mercedes, no le importó. Fue sólo cuerpo contra cuerpo. Cae su lágrima sobre mi pecho y el breve estallido de la gota hace que sus ojos ardan en lo azabache de su mirada. No importa que Cristinita esté durmiendo en la cucheta de al lado. No se va a despertar. Apenas la cabellerita castaño clarísima asoma sobre la almohada. Ella sueña a salvo de la crudeza del mundo y yo sueño el mundo que debería haber sido nuestro desde siempre. Lo siento como la encarnadura que le falta a mi alma porque sé que será eterna la sensación. Toda mía a pesar de lo que no puedo dejar de ver. Esto que derrama dentro de mí es luz. Pura luz de su sangre. Veo su sonrisa y sus ojos enormes, redondísimos y negros, muy negros y nuestros. Pero es tan poco lo que va a vivir y tanto lo que va a pesar sobre su corazón si llegara a saberlo… Tan injusta es la muerte que viene como el destino que acosa a los que viven con culpa. Mío es el momento y nuestro el mundo que late, pequeño, en mí y en él.

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